Fue el día que El Bosque brotó de pasión, como pocas veces. Porque Gimnasia, en un película dramática -que mucho tuvo de ficción-, logró quedarse en Primera. Le ganó 3 a 0 a Atlético Rafaela por la Promoción, en una serie para el recuerdo, repleta de emociones en el último cuarto de hora. Tiempo que para algunos condenados, no es más que agonía, pero que en esa ocasión para el "Lobo" significó la resurrección, el volver a vivir.
Paradójicamente, al momento de escribir estas líneas, Gimnasia está en la “B” Nacional y Rafaela en la máxima categoría, aunque reitero, ésta historia de suspenso, lágrimas y gritos de desahogo, excede el tiempo.
Cuando promediando los 30 minutos de la segunda parte Roberto “Pampa” Sosa se iba expulsado con Gimnasia sólo 1-0 arriba, nadie imaginaba semejante final. Es que en el partido de vuelta de la tan temida Promoción el "Lobo" debía remontar el 0-3 que había padecido tres días antes, en Rafaela, con los tres goles de Aldo Visconti, actualmente en el Boca Unidos correntino.
A esa altura, Visconti era el nuevo Javier Mazzoni para los Triperos, un verdugo más para un equipo que “nació para sufrir”. La misión literalmente se presentaba imposible. En un partido y medio la "Crema" había sido mucho más: en la ida lo pasó por arriba, y en los primeros 45 en El Bosque tampoco dejó dudas.
Atlético de Rafaela, dirigido en ese entonces por Marcelo Fuentes, como todo equipo del Nacional que se la juega ante el de Primera (sin nada que perder), jugó sin presiones y con mucha confianza por el resultado conseguido como local; mientras que los platenses, nerviosos desde el vamos, cada minuto que pasaba no hacían más que dar otro paso hacia el abismo. Para Gimnasia la tarde pintaba como lo más parecido a un calvario deportivo.
Pero el fútbol es tan cruel como fantástico, capaz de generar emociones indescriptibles. Gimnasia salió en el complemento decididamente a meterlo en un arco a Rafaela. Desprolijo, sin ideas, pero con un amor propio descomunal. No quedaba otra. Era dejar el alma, o descender con la sensación de no haber dado todo en la cancha. Y si peloteás al rival, quizás en una de esas, la hazaña se podía lograr. Y el equipo de Leonardo Madelón fue. Haciéndole honor a su apodo, el "Lobo" salió a comérselo crudo al rival, dejando atrás un partido y medio olvidable por donde se lo mire.
FOTO. Uno de los goles de Franco Niell que salvaron a Gimnasia del descenso.
Sólo 45 minutos. Rápido tenía que llegar el primer gol para, al menos, aferrarse a una pisca de esperanza. El tiempo volaba, el partido se iba y a Gimnasia le faltaba un montón para lograr el objetivo de quedarse en Primera.
El primer grito llegó a los 28 de la etapa final, casi de carambola. Centro pifiado de Sosa, rebote en el arquero Darío Capogrosso, y el uruguayo Diego Alonso, con un remate mordido, la mandó al fondo del arco. Pidiendo permiso, pero gol. 1-0 y la ilusión tripera que, de la nada y tímidamente, tomaba vuelo.
Sin embargo, lo que tanto tardó en construir el local, nuevamente se derrumbó en un abrir y cerrar de ojos. Expulsión de Sosa y más que nunca a remarla de atrás. Ya parecía historia sentenciada, todo era muy cuesta arriba. Con nueve jugadores (los dos equipos en ese momento ya estaban con 10), y con la imperiosa y desesperada obligación de hacer dos goles más.
FOTO. El grito alocado de Niell, la figura del recordado partido.
Así y todo al "Lobo" lo llamaron al baile y el "Lobo" asistió a la fiesta. Porque el Lobo siempre está. Ingreso milagroso el de Franco Niell, que entendió la situación y con desparpajo -y mucha personalidad- marcó la diferencia junto a Juan Cuevas.
Los dos petisos se pusieron el equipo al hombro en el momento más crítico. El partido se moría, 44 minutos del segundo tiempo, centro pasado de Luciano Aued, cabezazo de Niell y a cobrar. 2-0. Quedaba poco, pero había que ir. Y Gimnasia fue, nomás.
47 de la complementaria. Corajeada de Cuevitas, enésimo centro que cayó al área de Rafaela y nuevamente Niell, el ídolo menos pensado, fue el más grande en tierra de gigantes, para desatar la locura de media ciudad de La Plata. Testazo cruzado y milagro concretado. Lágrimas, gritos, abrazos con desconocidos. En la tribuna de Gimnasia pasó de todo. Una locura interminable, propia del deporte más hermoso del mundo. “No, no, dejá”, gritaba un hincha del "Lobo" que andá a saber en qué dimensión estaba. Nadie quería ser de Gimnasia ese día, pero después de lo que pasó, a cualquier hincha de otro equipo le dieron ganas de estar en El Bosque esa tarde.
Partido de aquellos. Vibrante hasta el último instante, con todos los matices posibles. Todo el combo. 15 minutos que reflejaron la pasión y esencia del fútbol argentino. Gritos, sentimientos encontrados, gargantas afónicas, delirio de la multitud. El fútbol siempre da revancha, siempre da una vida más. Y sí, como Jésús, al tercer día Gimnasia resucitó.