Desde hace una semana y monedas, cuando la Selección Argentina se consagró bicampeona de América tras ganarle la final a Colombia, en todos lados está Ángel Di María. En los canales de noticias, que entrevistaron desde el primer entrenador en el club de su barrio en Rosario hasta su maestra de primer grado. En las publicidades (¡si vendió más que Messi en esta Copa!). Y en los programas deportivos ya se han reproducido cientos y cientos de especiales del crack surgido en Central. No es para menos, eh. Es que la final continental significó el último capítulo de “Angelito” con la camiseta más linda de todas. Di María, el que “rompió la pared” para regalarnos goles inolvidables en finales, le dijo adiós a la Selección y todavía no tomamos real dimensión de lo que será ver de ahora en más a La Albiceleste sin uno de sus símbolos en los últimos 15 años.
Pero hoy no voy a recordar sus goles más famosos, que obviamente son los de los partidos definitorios. Di María me trae recuerdos espectaculares y uno de ellos se transformó en una anécdota imborrable. Estando en pandemia y cuando todavía no había vuelto el fútbol, TyC Sports pasaba hasta el hartazgo partidos mundialistas. Y uno de los tantos que se repitió una y mil veces en esos meses de encierro fue Argentina-Suiza, de Brasil 2014. Cuando se trata de esas batallas históricas, que trascienden los años, solemos recordar (y más cuando se trata de Mundiales) dónde estábamos y con quién vimos esos partidos. Tal es el caso -al menos en lo personal- de ese sufrido triunfo frente a los suizos, al que titulé "el gol no gritado más gritado de mi vida". Paso a contarles...
El gol de “Fideo” a Suiza fue mi gol no gritado más gritado de mi vida. Así como suena. Lo traduzco: es un gol que merecía gritarse hasta quedarse sin voz y que por alguna razón, motivo o circunstancia no pudiste gritar. A más de uno le habrá pasado de ver un partido en la tribuna “rival” y al momento del gol hacer silencio cuando en realidad estás explotando por dentro. Pero no es el caso. Primero de julio de 2014. Octavos de final del Mundial de Brasil. El partido en cuestión fue en San Pablo; yo estaba en Porto Alegre (unos días antes había visto el triunfo por 3-2 frente a Nigeria; el de los dos goles de Messi). El dueño de la casa donde paraba era arquitecto o contador (no lo recuerdo sinceramente) y JUSTO esa tarde tenía una importante reunión de laburo. Brasileño él, poco le interesaba el transcendental partido de Argentina frente a los suizos, donde nos jugábamos el pase a cuartos de final.
Minuto 118. Segundo tiempo del alargue y a 120 segundos de los penales. La roba Palacio. La reunión en el altillo de la casa ya estaba en marcha (yo me encontraba en el piso de abajo, pero no había pared que separara y limitara el ruido -por ende el tele estaba casi en "mute"-). Palacio para Messi. Un suizo en el camino y el pase justo. Una pincelada finamente calibrada del “
Por dentro fue toda una revolución de emociones; por fuera, como dice el "Coco" Basile, silenzio stampa... ¡Gracias "Fideo" por ese momento inmaculado y por tantos otros! Has provocado hasta lo imposible. Porque en mis 36 años grité miles de goles. Pero también en la retina tengo ese: “Mi gol no gritado más gritado”. Que tengas una buena vida, llena de instantes increíbles como nos regalaste a lo largo de tu carrera. Y quedate tranquilo -porque muchas veces te preocupaste por el qué dirán- que para nosotros ya sos un Ángel eterno.
VIDEO. "El gol no gritado más gritado de mi vida" en FM De la Bahía 91.5.
VIDEO II. Un privilegio: relatar al gran "Fideo" Di María.
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